El siguiente comentario no esta escrito desde ningún paso fronterizo ni desde ningún tipo de accidente geográfico del país, sino que esta historia tiene que ver con la nuevas fronteras que nos quieren imponer.
Podriamos ser un nuevo accidente, pero esta vez no es geográfico sino político y social. Nuestro barrio esta ubicado al nordeste de la Reina del Plata, en donde no le damos la espalda al río y lo miramos de frente, donde los ojos de los pudientes nos miran desde lo alto de sus edificios, donde resistimos hace mas de 70 años, ahí estamos nosotros, en el barrio padre carlos mugica, la mítica Villa 31.
Al entrar y salir de nuestro barrio vemos que han cambiado los hombres que nos vigilan. En una especie de cambio de fichas de hombres de azul por hombres de verdes, como si se tratara de un gueto. Me hace recordar a la invasión yankee en México, donde a los invasores, por su vestimenta verde, los mexicanos les decían «green go», desde ese entonces el mote «gringo» es para los invasores.
No quiero decirles «green go» a nuestros gendarmes, pero es raro ver a personas de apariencia militar convivir en nuestros limites y que te digan por donde tenes que pasar. Es raro sentir que te cambian de fichas de azul por la verde. Es raro sentir que vivís en un lugar donde estos hombres de verde están cuidando a los demás ciudadanos de nosotros.
¿Que sentiría la clase media porteña si en la entrada de sus edificios estuvieran estos hombres con sus armas diciendoles «por acá tienen que pasar» o si les revisaran sus mochilas al entrar a sus casa? ¿eso les brindaría mayor seguridad? Yo creo que no, porque de hecho en nuestros barrios sigue habiendo hambre, sigue habiendo droga y lo peor de todo es que sigue habiendo muerte. Esa muerte que en la mayoría de los casos es inexplicable, pero que lamentablemente hemos naturalizado.
Por eso hay que decir basta. Los problemas del pueblo se resuelven con el pueblo y no desde un escritorio cambiando fichitas de colores. Celebro que existan nuevos discursos desplegados en gobiernos y en diversos espacios sociales y políticos respecto de asociar la seguridad interior al desarrollo social, cultural, educativo y a la prevención. Pero no alcanza. La estigmatizaron continúa con nosotros. Sabemos que muchos vecinos trabajadores se sienten más seguros, y eso vale, pero en nuestros barrios seguimos privados de agua potable todo el año, de instalaciones eléctricas seguras y de viviendas dignas en la mayoría de los casos.
Nadie nos consultó si queremos a la Gendarmería en las puertas de nuestro barrio, no sabemos para que están. Tal vez sólo para mostrarle a la gente que viaja en los micros que salen de retiro que a los villeros lo tienen bien vigilados. No podemos permitir que nosotros seamos ciudadanos de segunda. Vivimos en la misma ciudad y eso, parece que les molesta, y mas aun que tengamos los mismos derechos que todos los demás argentinos.
Pienso en la Gendarmería y en la Prefectura vigilando nuestros barrios y me acuerdo de Judith y Marisol, dos adolescentes víctimas del gatillo fácil, en el caso de Judith en el año 2007 fue asesinada por la espalda por un gendarme, y en el caso de Marisol en el año 2009 asesinada por un prefecto. Eso no puede volver a suceder, porque las fuerzas de seguridad tienen que avanzar contra los delitos que matan a nuestros pibes. Contra los nichos del narcotráfico y explotación que se refugia en nuestros barrios, muchas veces con la protección y complicidad institucional de fuerzas vetustas.
Incorporar miles de gendarmes y prefectos en las zonas más sensibles de la ciudad y penetrar en las villas, sin una contundente decisión de avanzar contra los que tienen culpa de veras, es hacernos sentir que están ahí solo por los villeros. Los culpables de todo hecho, cohecho, los participes necesarios, los autores materiales, los cómplices, los victimarios, los tipificables desesperados por un juicio abreviado, ¿eso somos nosotros? ¡No!
Digamos basta a los espejitos de colores que nos quieren vender. nos pintan nuestras casa de colores para hacerlas mas pintorescas. Nos ponen a los hombres de verde para decir que los usuarios del transporte de larga distancia viajan seguros, es por eso que con el maquillaje no alcanza.
Las villas son muchos países coexistiendo en una cartografía abierta, sin medida, sin límites, que crecen por lo alto pero con fronteras bien determinadas por lo simbólico de una vigilancia que cerca al villero que fronteras adentro construye un mundo repleto de vidas y utopías con la posibilidad de imaginar otra vida comunitaria.
Ante la muerte la violencia interpersonal y la institucional nace con ganas todos los días al ritmo de cumbia y rock and rol, se mete por los pasillos sin pedir permiso ni ser requisada, el deseo de vivir en una ciudad que sea inclusiva, no en lo discursivo sino en el hecho practico de convivir con los porteños como vecinos de un mismo lugar en común. Superando las fronteras impuestas que sólo saben dibujar mundos pequeños y para pocos.